En estos últimos días los medios de comunicación han puesto en evidencia la grave situación que enfrentan los usuarios del servicio de taxi en Bogotá. "La negación del servicio, las agresiones verbales y físicas, la imprudencia al conducir, los robos y cobros excesivos". Han sido noticias recurrentes en los últimos meses del 2014, y que han hecho que la sociedad Bogotana los vea como enemigos, incluso generando plataformas de denuncia en la red como: "denuncie al taxista" https://twitter.com/denuncietaxista. Aunque la mirada superficial de los periodistas han ubicado el problema sobre el TAXISTA nos preguntamos:
¿Pasa realmente detrás del volante de un #Taxi?
Aprovechando el tiempo de desplazamiento en las ocasiones que he tomado el servicio, he sostenido conversaciones con los conductores intentando ponerme en su lugar como trabajador y no como usuario. Aunque la mayoría de ellos no son dueños del automóvil, cuando se ponen detrás de un volante se deben comportar como si fueran propietarios ya que sus condiciones laborales así lo exigen. No tienen un contrato laboral, ni son prestadores del servicio de conducción. Ellos son arrendatarios del vehículo por doce horas diarias a lo que llaman la “jornada larga”, 12 horas donde deben conseguir superar la cuota diaria para pagar el arrendamiento, para conseguir ganar un salario del cual se deben descontar el pago como autónomos de su planilla de Salud y seguridad social.
Ser conductor de taxi por el contrario de lo que piensa la sociedad, no es una labor fácil. Implica conocimiento de la ciudad (las mejores rutas, los destinos más comunes, la búsqueda de direcciones), un servicio adecuado al cliente, y asumir el riesgo de una labor extremadamente estresante que los expone a riesgos psicosociales y de salud física.
Un trabajo duro ofertado por parte del empresario en unas condiciones que rayan “formas de esclavitud moderna” como las denominó el Papa Francisco en la misa del primer día de este año 2015.
La verdadera responsabilidad está en los Empresarios y funcionarios que miran hacia otro lado la ley Colombiana y la norma que establece claramente un sistema general de riesgo laboral para la generación de un ambiente laboral saludable y seguro.
Las agresiones, el robo, la mala prestación del servicio sólo son un síntoma de una enfermedad que por décadas se ha ido apoderando del gremio de los transportadores: La corrupción y la avaricia.
