En potencia el ser humano tiene
la oportunidad y capacidad de interactuar con un sinfín de personas,
configurando relaciones que pudieran ser: cercanas, distantes, pasajeras,
someras, superfluas, profundas, espontáneas, trasparentes, honestas o
interesadas en cosas que en cantidad y orientación no han podido ser calculadas
si consideramos la complejidad y subjetividad inherentes al ser humano, lo que
interesa es el contenido de ese encuentro, comunicación (verbal-no verbal),
intercambio de apreciaciones y significados enmarcados en códigos sociales y
una indiscutible intención de agradar.
Luego de zafarte de tu traje de
“profesional” (¿cuántas existen?: miles) o del oficio u ocupación que
actualmente te brindan prestigio y te dotan de características que socialmente
son apetecidas (la lista se extendería demasiado, dejémoslo en artículos
costosos, o bien, en cualquier cosa que se consigue con una determinada
cantidad de dinero, usualmente alta en comparación a lo que el promedio de
personas paga por un bien, y claro, la tan preciada belleza típica) simplemente
quedaría un ser humano común y corriente, que sin ser peyorativo, creo, poseería
características inferiores a muchos, estándar o promedio a otro tanto y en duda
superiores comparado con otros.
Lo planteado anteriormente nos
aleja de concepciones y esquemas típicos a nivel cultural, nos somete a
cuestiones existenciales que usualmente sucumben al ruido de la moda, de lo
popular, de lo normal y estruendoso de la vida moderna, un amasijo de juicios
que alienan la existencia del ciudadano común, de a pie. La cuestión reside en
lo insoportable del promedio, de aceptar que todo siga igual, de la conformidad
a lo impuesto, de la capacidad de escoger de entre lo que nos dejan escoger,
una libertad limitada por las fronteras y perturbada por las dudas que nuestros
coetáneos siembran al cuestionar lo auténtico, lo razonablemente apartado de lo
que opina el sentido común, el montón.
La pregunta queda en el aire,
susceptible de respuestas elaboradas, de discursos justificantes y seguramente
aceptados por el mismo montón. La sugerencia es pensarse, honesta y
escuetamente, aceptarse y de manera concomitante aceptar la opción de cambio,
de mejora… en este caso las respuestas no son buenas o malas, simplemente
satisfacen o no el sentido de existir, y claro, justifican el devenir de la
vida.
¿ERES LO QUE TIENES?, ¿ERES UNA
PROFESIÓN?, ¿ERES UNA MARCA?, ¿ERES UNA MODA O TENDENCIA?, ¿ERES UNA OCUPACIÓN
U OFICIO?... ¿QUÉ O QUIÉN ERES?
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